autora: Paula Garrido, 3ºA
Sandra y Lucía eran dos hermanas que
vivían en un pequeño pueblo en los Pirineos. Pese a ser hermanas, Sandra y
Lucía eran muy diferentes. Lucía era una chica terca, egoísta y confiada de sí
misma. Pese a su mala actitud, era la favorita de su madre, la cual tenía una
actitud muy parecida a la de Lucía. Sandra, en cambio, era una chica tranquila,
bondadosa y amable con todo el mundo. Pero, al parecer, esa positividad no
gustaba a su madre, y por eso siempre la trataba con desprecio.
Un día las dos hermanas fueron a la
fuente que hay en lo alto de una colina para ir a coger agua. Al volver a casa,
Lucía iba paseando con su cubo lleno cuando una anciana se acercó para pedirle
un poco de agua porque estaba muy sedienta. Lucía se empezó a reír y le dijo
que ni lo soñase, que esa agua era suya. La anciana, para vengarse, le echó una
maldición: “cada vez que de tu boca salgan palabras desagradables y ordinarias,
a la vez, de tu boca saldrán sapos y culebras”. Al rato, pasó por allí Sandra,
quien también llevaba su cubo lleno. Entonces, la misma anciana la paró para
pedirle un poco de agua. Sandra le dio todo el cubo de agua y le dijo a la
anciana que no le importaba ir a llenar otro cubo. La anciana, para
agradecérselo, hizo un hechizo: “cada vez que de tu boca salgan palabras
bonitas y llenas de amor y generosidad, a la vez, van a salir diamantes y perlas.
Y así fue como Lucía aprendió a ser
más amable con la gente y a parecerse un poco más a su hermana Sandra, con
quien mejoró la relación.
Buen trabajo
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